Las bodegas tradicionales de Carrascal del Río se abren bajo tierra en una de las laderas del cerro que ocupa el pueblo.
Las bocas, construidas en piedra y con puertas de madera que permiten la ventilación, se orientan siguiendo la misma dirección. Forman un estético y bien conservado conjunto de arquitectura popular.
A mediados del siglo XIX, Pascual Madoz, en su “Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico” no hacía referencia ni a viñas ni a producción de vino en Carrascal del Río, por lo que suponemos que si esta pervivía debía ser muy pequeña.
El proceso para la elaboración del vino comenzaba en los lagares, lugares destinados a obtener el zumo de la uva o mosto. Luego el mosto era llevado a la bodega y se depositaba en cubas para su fermentación y solera. Previamente las cubas eran lavadas.
Las galerías descienden hacia el interior de la bodega donde suele haber varias estancias para albergar las cubas. En algunos lugares de Castilla estas estancias se conocen como “sisas”. También son frecuentes los respiraderos excavados en vertical hasta alcanzar el exterior.
Las cubas se compraban por piezas en el caso de que la galería no permitiese introducirla completa. En el interior era montada por el cubero o, incluso, por el herrero. Según su capacidad, las cubas recibían distintos nombres.
Aunque pueden variar según el pueblo, estos son los que hemos encontrado:
cubetas (hasta 4 ó 5 cántaras de capacidad), cubetes (entre 5 y 30 cántaras), pipas (entre 30 y 40 cántaras) y cubas (de 40 a 120 cántaras).
Nota: una cántara equivale a poco más de 16 litros.