Historia
LA ERMITA DE SAN FRUTOS
Santuario declarado Monumento Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural en 1931, además está considerado uno de los templos románicos más antiguos al sur del Duero. Localizado en un paraje de incomparable belleza, sobre uno de los meandros que forman las Hoces del río Duratón, es el lugar del Parque Natural que más visitas recibe.
La ermita es una construcción románica del s. XII que se realizó sobre otra visigótica del s. VII ya que las cuevas y roquedos del río Duratón tienen una larga tradición de asentamientos eremíticos, que nacen en época visigoda, extendiéndose al s. VIII, en vida de San Frutos (642-715) y sus hermanos San Valentín y Santa Engracia que eligieron el lugar para dedicarse a la vida contemplativa y a los que se les atribuye la fundación.
Dicha tradición debió persistir en esta comarca durante siglos ya en el s. XI estaba fundado un pequeño cenobio que Alfonso VI dona al Monasterio de Silos en el año 1076. Poco después, por orden del abad de Silos se comenzó a construir la iglesia en el año 1093 y fue consagrada en el año1100, como reza una inscripción de la nave. Desde su construcción inicial ha sufrido varias remodelaciones hasta nuestros días.
El acceso al complejo religioso es mediante un pequeño puente de piedra construido en 1757 que salva una grieta, La Cuchillada. A los pies del ábside de la ermita se conservan varias tumbas antropomórficas datadas en la Alta Edad Media y relacionadas con la reconquista de la zona por Fernán González en el s. X y reutilizadas por los monjes del priorato. Entre el complejo religioso y el borde del acantilado, se encuentran las tumbas que la tradición adjudica al santo y a sus dos hermanos, ahora vacías.
La ermita es el resultado de una constructiva primitiva, a la que se añadieron posteriormente dos ábsides laterales, se sustituyó el central, se abrió una puerta a los pies, y se alzó una galería de la que sólo quedan restos; todo ello a finales del XII.
La planta y su articulación original es similar a la del Salvador de Sepúlveda, a la que pertenece eclesiásticamente, y como ésta, su fábrica es completamente de sillería. Igualmente, tres arcos fajones sobre pilastras prismáticas refuerzan la bóveda de cañón. De nuevo arcos abocelados de medio punto en cada tramo apoyan sobre par de columnas. La principal diferencia entre ambas estriba en la escasa altura de la nave y demás elementos.
La nueva cabecera, mucho más grande y desproporcionada, no respetó las medidas de la original, como se aprecia en las impostas ajedrezadas que no coinciden con la de dicha cabecera. Posee dos arcos triunfales, el primero de los cuales tiene función de sustentación, como otros arcos fajones, mientras que el segundo cumple con las funciones propias de un arco triunfal.
Los canecillos exteriores de la cabecera son geométricos y nada tiene que ver con los de la nave, muy anteriores, lo que confirma la sustitución de la original en fecha tardía.
Los ingresos proceden de los distintos momentos de la edificación. El pequeño ingreso de arco peraltado del muro del mediodía, hoy cegado, pertenece a la construcción primitiva, con decoración de sogueado y billetes. La puerta meridional, sin embargo, pertenece a la remodelación de finales del XII. Se abrió sobre el cuerpo resaltado de la original, y tiene cuatro arquivoltas lisas sobre jambas, todo ello formando un conjunto de absoluta austeridad. Por encima se abre un ventanal de la primera etapa, de idéntica factura al del hastial oeste de El Salvador y de similar talla.
La escultura de canecillos y capiteles del exterior de la nave muestran una relación iconográfica y estilística prácticamente total con el templo sepulvedano, mientras que en el interior la aparición de capiteles con figuración humana y animalística, además de capiteles vegetales de talla mucho más delicada, muestran que algunos artífices no fueron los mismos que trabajaron en ambas iglesias.
En cualquier caso, no se puede dudar de la raíz común de San Frutos de Duratón y El Salvador de Sepúlveda, en los que cada piedra nos habla de la dureza de una misma época.
En conclusión, la sobriedad de este templo no ofrece demasiadas concesiones estéticas al visitante. Pero su valor es incuestionable al tratarse de una de las construcciones románicas más antiguas del sur de Castilla, levantada en una época de epopeyas y en un paraje incomparable. La espiritualidad que emana de la belleza salvaje del lugar permite comprender su elección para fundar un monasterio. Pocos sitios como San Frutos, en el marco incomparable de las Hoces del Duratón, causan mayores vibraciones transcendentes.
En la ermita finaliza el Camino de San Frutos, ruta de peregrinación al santo segoviano de unos 80 km que comienza en la ciudad de Segovia.
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